jueves, 26 de diciembre de 2013

Microwave

Sin esperanza de conseguir libros nuevos de Centroamérica. Qué se estará escribiendo en Costa Rica. O en Panamá. ¿Ya habrán obras maestras? ¿O sólo obritas cuyo autobombo y cuyo nauseoso y repugnante deseo por mostrar "lo local" se convierte en la mejor vacuna contra la autocrítica por parte del escritor?

Quizá en el gremio necesitan alicientes. No te gusta trabajar, eh, fanfarrón de cuarta, prosista que escribe como los guerreros tienen disentería. Pero bien que te gusta aparecer mencionado en cuanto blog pedorro, en cuanta cadena de comentario de facebook hay en la vuelta. Y cuando "alguien te mencionó" en un comentario, ¡cómo brillan esos músculos flexionados sobre las pelucas del ego!

El ego es mi peluca. ¡Y qué trenzas, señoras!

Pero qué se estará escribiendo por allá. Cómo leer libros nuevos, si sos un escritor palmadísimo, temporalmente sin trabajo formal, sin tarjetas de crédito, sin bitcoins, sin ganas de venderle el alma al diablo por una cuentita en abebooks. El exilio es terrible. Repito: El exilio es terrible.

Pirateás a como podés. Tengo cuatro mil libros en .pdf, y seis mil libros en .azw, y no te sirven para nada, porque no tenés e-book, ni teléfono celular. Ey, ni siquiera tenés televisión. ¿Gran cosa esto de no tener televisión? Bueno, dicen que gracias a la televisión es que se descubrió América. Y qué es la televisión en la corte de Carlos V sino unos papeles garabateados por un monje copista. Ya no hay copistas en Centroamérica. Si tan sólo me enviases tu librito en su elegante prueba de galera .pdf. Y si tan sólo te enviase el mío. No, claro. Eres demasiado importante para militar.

Te "desentiendes", porque tu trabajo es escribir, escribir a secas, no enterarte de qué escriben en otras partes del mundo. Leés lo que te sirven en tu plato los suplementos culturales, los blogs de los-que-saben, los reportajes, los metros de diccionarios, alguna cosa más. Es increíble lo culturalmente imbécil que pueden ser algunos escritores: se quejan de que "nadie lee", lloran contra el parcelamiento de los "países", pero son los primeros en poner los alambres junto a los postes de sus chacritas. Ah, lectores de verdad, gente que te va a destrozar con sólo hojear trece líneas, abiertas en cualquier lado. Lectores de Verdad, eso es lo que faltan. No "escritores de verdad".

Nadie, que no sea un imbécil, sabe lo que es un escritor "de verdad". ¿Quieres opinar? Opinemos. Tengo tickets y comprobantes, si hay que presentárselos después en la oficina a la Jefa.

El escritor-de-verdad: hienas que ríen en la sabana del common-sense. Básicamente sobreentendidos. Metáfora tras metáfora, sí, así se construye el monte de estiércol. Dejémonos de la pedorrada de "escritores de verdad", y mejor pasemos a lo que de verdad importa: ser Lectores de Verdad. Porque sin escritores "de verdad" por lo visto nos manejamos, y muy bien. Pero sin lectores de verdad somos lo más cercano al simio; y lo que obtenemos es lo más parecido a una cultura de holografía. Perdonáme, hermano simio, si te utilizo como símbolo del common-sense. Alma que ululas, ¡sálvate de mí!

Cómo hacer para conseguir estos libros. Qué se estará escribiendo allí. Reseñas, claro, te llegarán algunos chispazos a través de reseñas, ese quilomicrón regurgitado por el escritor, vuelto bolita de pan, cuando es entrevistado por un conocido, amigo del jefe de redacción del diario. Vaya, por allí vamos bien: los simios no tiene periódicos, podrían tenerlos. Los simios no tienen jefes.

Hermano, si querés te leo, pero prometo por lo menos destrozarte. Desafiáme. Hacé de mi cabeza el túnel a un inodoro, de mis ojos un portal sacrosanto hacia la simiedad. Make yourself a microwave. De lo contrario, no me jodas más con el "nadie-lee". Te destrozaré. Bienvenido al bombo. Replay.

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