sábado, 7 de diciembre de 2013

Kilómetro 1

Sobre un blog, millones de blogs. La reforma cultural en su máxima expresión, apabullante cuando te expresas: te dices "Ey, me estoy expresando"; somos iguales y pares con los otros millones de seres expresantes. Primera parte, indisoluble parte, de la ilusión de la mass-democracy: igualados todos en el acto de expresión. Es el signo forense de la democracia como ilusión el hecho de que pensemos siquiera por un momento de que expresándonos arribamos a la igualdad. Lo que estaría en el núcleo de la perversa ilusión no es simplemente el cacareo de si, efectivamente, expresándonos todos nos igualamos, sino de que la igualdad es una condición aterrizable, y de que esta igualdad está compuesta de un vehículo discursivo.

Pensar en quien, al atendernos, reflexiona para sí "No por hablarme te miraré como par". Paridad no es tener voz. Tener voz es otra cosa: tener voz es tener presencia, no paridad. También los esclavos se hacen presentes, así como te hacés presente, huella digital en mano, vos, servidor público, para hacer la cola y marcar en el reloj infrarrojo de tu lugar de trabajo. No. Paridad es otra cosa. Paridad es la inexistencia de la condición de tener.

Yo no tengo Estado. Soy par de quien no tiene el suyo. El Estado me tiene. Soy par de quienes son tenidos. Aquellos que aman su Estado mientras son tenidos, esos no son pares míos.

Pero bien, dejemos pasar la idea de la masificación de la cultura como dispositivo igualatorio: ya que según parece nos hemos puesto todos de acuerdo de que el capitalismo es el fin. El fin último. Mejor indaguemos entonces en la cultura, por favor. Indaguemos en el helicóptero que nos llevará a la pista: no indaguemos sobre la pista; no preguntemos sobre la poesía del volar.

Libros, élite, mi viejo Adorno, escribir ya no es lo de antes, perfecto: prostituta adorniana, voy en paz a tu lecho forjado en capítulos. Uruguayos, temblad por la cama que habéis forjado. Al final de mi uruguayidad estará un Baño sin espejo donde no podrán pegarme ni observarme. Específicamente, no podrán pegarme. Observarme, ¡levanta tu pluma, poetastro!

Menos argumentatividad, más problemas: aquí lo que encontrarán será la caducidad del escribir. Menos argumentatividad, o sea menos Rorty; más problemas, o sea, más feria de Tristán Narvaja.

Por favor, golpeen a Rorty.

Adoro la feria de Tristán Narvaja. Durante dos años tuve la enorme suerte de vivir exactamente sobre ella, en frente de la Facultad de Psicología. Además de eso, tengo la enorme suerte de, cada tanto, asomarme por allí para alquilar una mesa a 25 uruguayos y ofrecer en venta mis propios libros.

¡Vendo mis libros! ¡Intermediarios, maestros de la distribución: vendo mis libros!

Ahora bien, hay algo de cerdo y de auténtico en esta calle tan hermosa que los domingos se abarrota de su feria: lo cerdo es simplemente lo insaciable de lo estético, de la exposición de los cuerpos: como cuerpo incluyo cada uno de los objetos allí expuestos, no sólo los sujetos. También hay algo caballuno en esta feria: Montevideo toda está recordada en esa feria. ¡Turista estúpido: la feria de Tristán Narvaja no es un libro escrito para ti! Pero un turista, un amigo.

¿Quieres que te recuerden? Ten tu caballo.

Sobre este blog, el ruido y la estática circundante. No expectativa, por favor. Hoja de ruta de las lecturas. Pensamiento de que las teletones pueden matarte si las dejas.

Higiene voluntaria de lo virulento y canceroso que tiene el ejercicio constante de la literatura. Tomo muy en serio la literatura: es mi trabajo. Observo de lejos a la vedette literaria y al intelectual alpedista [los nombraré, a todos los nombraré, señor censor]: y juntos marchan al encuentro del poetastro resentido. No me hallan sus cámaras fotográficas. No te resientas, poetastro: tú por lo menos lloras en la Alcoba de la cultura, de la que te barrerán cuando ya no seas necesario; estamos quienes, por menos, reptamos condenados en el Baño de tu historia. Ya estamos aquí, entre la ceniza olvidada. No necesitan barrernos. Pero vos, hermano, que temés de los diccionarios el que no te nombren ni te descubran. ¡Rápido: haz tu wiki!

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