lunes, 30 de junio de 2014

Revista interruptor I, la joya progre

Recientemente salió a la luz la publicación interruptor, una revista de "cultura" cuyo primer número estuvo dirigido por Amir Hamed. Te la dan de obsequio cuando comprás por abonado la revista de ensayos Prohibido Pensar, de Sandino Núñez, que también observó la salida de su primer número en canto unísono con interruptor.

No hay nada más progre en el enanísimo universo intelectual del que participamos que avisar que uno no será progre, para después pasar a serlo sin más trámite. Bien, esto es lo que nos avisa de entrada interruptor en su prólogo, titulado "Incorrecto, claro está"[1]:

Una publicación de cultura, cómo no. O si se prefiere: una publicación liberada de antemano de cualquier coartada identitaria, étnica, minoritaria, de género, de inclusividad o de estudios culturales; incluso de corrección política.

Es decir, lo que Amir Hamed nos promete aquí es, señores y señoras, una cuerda de opinología. No se defenderá nada en nombre de un mandato moral ni se estudiarán los discursos producidos en base al conteo minoritario de quien los produce o para quien, pragmáticamente, estarían dirigidos, o, para decirlo sin eufemismos: nada de chiquilladas morales o pseudoartísticas acerca de inmigrantes, negros, judíos, pobres, marginados, gente con síndrome de Diógenes o lo que sea: sino pura y dura cultura, pura y dura yoedad.[2]

A punto seguido y en el mismo renglón, en el prólogo se añade:

Es decir, una publicación de cultura en su acepción vieja y dura, y en ese sentido, nunca progresista pero siempre libertaria: una publicación convencida de que esa figura tan manoseada como imprescindible, el lector, sigue ahí, escarbando páginas, no para encontrar respuestas de autoayuda sino para afilar sus interrogantes; y convencida, también, de que la cultura y la lectura son medicina para el alma.

Y luego este primer párrafo termina con una especie de broma o "ingeniosidad", muy típica de la sensibilidad progre que depreda lo que sea en cuanta oportunidad snob se le presente.

Es precisamente lo que distingue el tufo de lo progre: ese ligero descaro, esa pequeña autopseudoposconsciencia cínica que busca refinarse entre la mugre circundante sin tener por qué sentirse culpable de ello. Eso es un progre: alguien que se refina entre la mierda quitando de sí el malabar de la culpa.

Policías de libros

Además de eso, la revista apunta a lograr ese no banal objetivo de establecer una crítica de libros con prolijidad, y de suplir la carencia de una buena crítica, una que permita "establecer con claridad qué leer, y por qué, y de qué libros desistir, y por cuál motivos".

Para el progre parece que es todo una cuestión de rankings: qué libros leer y por qué, y qué no, y por qué. Leer buenos libros es bueno. El progre todavía está enfrascado en la estúpida empresa de rankear libros, rankear ideas, a ver cuál es mejor y cuál no.

Esto es, el progre todavía está enfrascado en su apetito. Al progre en realidad no le importan las ideas, ni sus consecuencias; le importa su estómago, mientras digiere esas ideas. Nos muestra que él no consume libros de autoayuda, porque eso es de la gente estúpida; y al mismo tiempo nos cancherea con sus bromitas, sus giros "posmo" y sus guiños de construcciones intelectuales pseudoingeniosas, pasadas de tono y que rayan en la mugre de la cultura de masas, pero no la invaden.

Gente que tiene que demostrar que lee a Zizek[3], a través de una mención, pero, en artículo más adelante, se pregunta qué es lo que pasa con la cultura que ha sido parasitada por los mass-media; o que no entiende qué es lo que tiene Julien Assange de importante si, al fin y al cabo, lo que reveló en Wikileaks ya más o menos lo sospechábamos todos.

Pasear la babita

En resumen, lo que hace interruptor es, en nombre de una supuesta autenticidad cultural, pasear la babita progre sobre lo más snob que hay por allí, para que aquellos seres que todavía sufren la neurosis de ser genuinos, auténticos, remojen la barba y digan "Hoy estoy menos solo".

En realidad, no es esto lo que molesta. Lo que molesta es que te insulten en el puesto de los lobos queriendo venderte la oveja. Está bien, lo progre es rico. Lo refinado es interesante. El apetito es bueno. Pero, Amir, por favor, ¿cultura? ¿Políticamente incorrecto? Vamos... Dejémonos de chiquilladas intelectuales y eufemismos para sentirnos mejor por la noche.

Más y mejor opinología

Quizá por eso es que la crítica está tan mala: porque de ésta a la opinología no hay más que dos frases[4].

En fin, amigos, léanla si quieren conocer lo que opina Hamed y consejo editorial, salvando la excepción de Sandino Núñez, invitado del número.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
[1] Ya les gustaría.

[2] No mencionemos aquí, deconstructivamente, el notoriamente hiperminoritario estamento al que pertenece Amir Hamed: al de académico, productor de libros, gestor cultural, etcétera. Creo que, en cuanto a estratos sociales se refiere, Amed no está muy acompañado que digamos, como para desdeñar las minorías.

[3] Vamos, muchachos: ya sabemos que leen a Zizek. La pregunta clave es: ¿Pero después de Zizek qué? Por favor, ahórrennos la guiñada pseudointelectual y fanfarrona. Nosotros también leemos a Zizek.

[4] Frases en las que el proge, como buen catador de párrafos, inevitablemente cae. Del progre se puede decir aquel chiste ya refrito de que éste no cae en las tentaciones, sino que se tira de cabeza en ellas. Porque qué respeto intelectual te puede inspirar la supuesta "crítica" de un tipo cuando al terminar su reseña te lanza frases como "Fulano nos ha entregado un libro formidable", o que "tal libro no es un mal libro". Reseña, sí. ¿Pero crítica? ¿Eso es crítica para usted? Sólo un imbécil podría pensar a estas alturas que la crítica tiene algo que ver con decir que un libro es "bueno". Pero en fin... ésa es la buena crítica uruguaya de hoy.