sábado, 26 de agosto de 2017

"La parte inventada", de Rodrigo Fresán

El libro está compuesto por siete partes, en las cuales la columna vertebral la provee "El Escritor". La propuesta del narrador es la de proveernos, en 559 páginas deliciosamente aburridas y alpedistas, una concatenación de los elementos, satirizados o no, que hacen al oficio de escribir, mezclados con supuestas perlitas, como esos comentarios de un hincha de club de Pink Floyd.

Por algún lado, el narrador admite que posee una visión romántica e infantil acerca de los escritores, y que por ello le es completamente imposible no escribir sobre ellos. Romance. Vertedero negro en el cosmocomio, o mierda, si se pueden decir malas palabras. Mortereo estúpido del intelectual sobre el mismo escritor, el mismo idiota que de mañana paga las facturas en el supermercado. 

Y estúpido en este sentido: la concreción textual de esta visión desarma al "escritor" de cualquier función estética y de cualquier sentido trascendental, o incluso de cualquier productividad analítica o de reflexión social; y lo desarma atenazándole por varias vías: ya sea presentándolo como un fetiche a conquistar (El Chico y La Chica en busca de El Escritor, que es como la búsqueda del cordón umbilical a la "obra maestra" que neciamente se desea escribir), o a través del constante machacar masturbatorio sobre los quehaceres de la cocina literaria, sumado a ese tan aburrido y estupidizante ejercicio en que los escritores machitos se dedican a pelear por sus gallos literarios, al uso y dictamen de quién es un "escritor verdadero", quién "un genio", o qué libro es una "obra maestra". Y la obra no se aleja mucho de ese name-calling.

Como verán, estos elementos (el fetiche, la masturbación y el name-calling), muy exitosos a la hora de elaborar un producto como "Bailando por un sueño" de Tinelli. Fin de este producto.

Intento por cucharear el canon, por ser el que mueve las manijas. La dictaminación de la autoridad estética es bastante espinosa de acometer, sobre todo porque para empezar es difícil ubicar en un cuerpo esa autoridad estética. Superfluo el intentar su vallado y posterior conteo de reses. ¡Y con lo lindo que es contar reses!

Esta compleja obra literaria posee sus anfruactosidades y meandros, como todo intestitno delgado; incluso... ¡muestra gallardía en su longitud!  Sin embargo, el estreñimiento es general y la constipación de ideas casi clínica.

El "escritor", como actante de una ficción que indague en éste estéticamente: creo que es todavía posible y quizá hasta oportuno. Donde no existe cabida para el "escritor" es como funcionario de la cultura de masas.

El escritor como funcionario de la cultura de masas, cuando la masa son los letrados. La indagación estética es difícil cuando el producto está diseñado para ser deglutido, no reflexionado. En el caso de Fresán, un bolo muy poco azucarado y con una importante sialorrea.

Chifle usted, con una bola de gofio en la boca, y cuénteme cómo le fue. Cuente las reses, como Fresán en su paraparodia, y verá que es lindo. Mirar las vacas, las colegas. Es lindo. Eso sí: devuélvame las horas, por favor.