domingo, 13 de octubre de 2019

"Extravíos habituales", de Teresa Puppo

El libro de Puppo reúne once relatos, aunque sólo me referiré positivamente a los primeros diez. La primera impresión, que luego nos acompaña en todo el libro, es el de un ritmo y cadencia suaves, un estilo sencillo y una musicalidad de fondo -como al final del sonido de las palabras-, que nos hace agradable la lectura.

Hay dos vertientes principales en la estética de Puppo. Por un lado, nos presenta textos circulares, esto es, diegéticamente circulares, en los cuales las identidades y las claves de propiedad de las narradoras son suplantadas por otros personajes narrados, que a su vez toman el lugar de la narradora inicial. Ejemplos de estos textos son "Mujer de rojo" o "El destino". 

Estos relatos, por lo general breves, y de no más de un par de páginas, están delicadamente escritos; el ejercicio narrativo de la circularidad nos arroja una sensación de naturalidad, incluso si el acto de suplantación circular sea predecible o no. La clave está en la voz narradora, que en el texto ya es sólo voz, ya no nos importa si es "protagonista", "personaje", "actante", etc; sus límites conceptuales narratológicos han sido sombreados como en carbonilla, y lo único que podemos hacer es acompañar el recorrido del círculo. El lenguaje cercano a la anécdota, pero pulido y sin pretenciosidad, evita que suframos su presencia en la ejecución del artificio. Son textos cortos, bellos, difíciles de ejecutar. 

La segunda vertiente de textos que nos presenta Puppo -que se traslapa a veces con la primera- son textos donde la posesión y la muerte son las figuras estéticas. Textos como "Hora de la siesta" o "La vieja Clorinda", donde la función del personaje es poseer algún elemento del relato, por lo general un animal, que culmina con la muerte del animal o del personaje. Las narradoras de Puppo disfrutan con este acto de posesión; parecen buscarlo, saborearlo a medida que ocurre: mientras se destaza un gato, una oveja, o mientras otro gato se prepara a cenarse a la protagonista. Quizá una glicina nos dé un abrazo que no podremos rechazar. El texto "Natalia, mi prima", que es el más extento, logra reunir ambas vertientes de circularidad y posesión, muerte y soledad melancólica.  Es probable que su extensión juegue un poco en contra de la belleza de su ejecución.

El segundo texto, "Así nomás", se aparta de estas propuestas. En el relato, un hombre acosa a la protagonista; y la escritura de Puppo narra el litigio que ésta debe experimentar y librar para recuperar su carácter agencial, para responder al acoso, a la instancia de abuso. El abusador, así como en nuestra imagen copa los espacios de la protagonista, también copa el espacio del texto, el discurso de la protagonista (que es, quizá, la manera más poderosa de mostrar ese abuso). El arte de Puppo culmina con un final nuevo, muy exacto, narrativamente económico, perfecto.

Todos los personajes son bastante solitarios, y en cierto sentido melancólicos. Es una propuesta interesante la de Puppo.

El último texto del libro, "Un sonido afónico", es, lamentablemente, liso y llano ripio. Revoque. Restos hallados en una volqueta. Debido al trabajo estético de Puppo a lo largo del libro, es imperdonable que esta pequeña muestra de basura narrativa esté allí, y creo que Puppo debe ser criticada por ello. Veamos la metáfora del relato: una mujer que descubre duendes (o extraterrestres) verdes, cuya misión en la Tierra es buscar porro para fumar; otra mujer -la narradora- que confirma este desvarío, y un desenlace final donde los duendes o marcianos verdes causan orgasmos en las mujeres, tan sólo con el poder de la mente. Huelga decir que ni el más ajedrezado simbolismo, alegoría o supuesta referencia performática a una teórica locura metarreferencial puede salvar este tipo de bodrio. Y así como el revoque no comparte nada con el antiguo edificio que formaba, este texto no encaja en absoluto con el resto del libro. Espero que en sucesivas ediciones desaparezca de los libros de Puppo.

"No", de Ercole Lissardi

Éste es el primer libro de Lissardi que leo, luego de que fui agasajado con una partida de sus obras (cuatro en total) producto de la FIL 2019.

"Agasajo" es una palabra demasiado osada para describir estos regalos. No es quizá el peor libro que he leído en un par de años, peleando el photo finish con  El arte del parpadeo, de Alejandro Ferreiro, La Princesa Primavera, de César Aira, y Miss Tacuarembó, de Dani Umpi. En todo caso, este libro de Lissardi hace que estas otras obras malísimas parezcan bastante más meritorias de lo que en verdad son, y sólo por eso creo que Lissardi debería ser editado y reeditado cada mes -that is, to give us the floor measure-. Por otro lado, me parece curioso que la resma de papel que contenía No siquiera haya salido de su cajón de escritorio, ya que es sin duda uno de los peores manuscritos originales presentados a un editor uruguayo en los últimos años. Que fuese aceptado y, efectivamente, publicado, habla de que en esos días (2010) el filtro de calidad de HUM sobre propuestas editoriales era casi inexistente. 

Dada la pobreza de este libro, esta entrada debería ser bastante corta.

Las figuras de Lissardi son llamativamente pobrísimas. La pobreza narrativa y la escasez de economía lingüística de Lissardi lo colocan apenas al nivel de elaboración de una charla de asado entre primos mínimamente letrados. Es evidente que el autor ha confundido la prosa sencilla o la prosa directa o la prosa dura con una enterorragia, la literatura con el vómito estúpido. Al personaje de Lissardi "se le cae el alma al piso", su ira es "con la bronca que me da perder", le gustaría "romperle un par de costillas para que se deje de joder", y olvidar a una mujer es más difícil "que sacar una mancha de alquitrán de una camiseta blanca". Su deseo por la mujer -que, traído de los pelos, sería el núcleo de la obra de Lissardi- hace que el narrador "se derrita literalmente por ella". Una idea "se me metió en el alma como un virus incurable". Y una mejora del tiempo es "Brisas delicadas y cielo todo azul", hasta allí se aventura el intrépido narrador de Lissardi. Desde el punto de vista técnico estilístico, equivaldría a una hora de charla de asado.

Realmente, da un poco de lástima. Y de risa.

De poética no podemos hablar, porque no tiene. En cuanto a lo ideológico y político del libro, el narrador que Lissardi nos propone en este libro es la imagen exacta de todo lo necrótico que podemos poseer hoy en un hombre: machista, misónigo, violento, abusador, cosificador, etcétera, un hombre que le explica a la mujer golpeándola. Lo peor de todo es que no es un mérito de Lissardi, en el sentido de que el narrador no ha sido construido así con el propósito de ser deconstruido, sino todo lo contrario: el narrador ignora todo sobre sí; es ciego a las estructuras de dominio que ha construido para sí.

Tengo entendido que Lissardi escribe "literatura erótica". El problema con No es que ni siquiera es literatura. No parece albergar en sí el más mínimo trabajo literario de alguien que supuestamente ha sido influenciado por Lezama Lima. Y tampoco es erótica. Se reduce a un parloteo de empleados públicos de estirpe machita sobre un objeto masturbador al que, por convención de Lissardi, en esta obra se le nombra con la palabra "mujer". ¿Mencioné que las dos mujeres que aparecen en todo el libro son, obviamente, secretarias, incluso "secretarita"? Es una charla que, si cualquiera de nosotros la escuchase junto al parrillero, raudamente calificaríamos de estúpida, hasta escrachable. 

Lo peor de todo, lo que se dice "peor", es que, según veo en la editorial, ya hay una "Biblioteca Lissardi". A Gustavo Cordera lo colgaron de una plaza pública por no sé qué estupidez expresada en una entrevista estudiantil; en cambio Lissardi ya posee una Biblioteca Lissardi, es jurado de premios literarios, y sabe nombrar a Lezama Lima, aunque no leerlo. No por lo menos con No.

"Mujeres", de Elvio E. Gandolfo

En estos tres relatos fantásticos, el trabajo de Gandolfo es bastante dispar. El primer texto, "Escamas, Piel", que es el más logrado, exhibe un trabajo técnico narrativo y musical que envuelve cómodamente sus dos personajes principales, y nos aporta un efecto final de belleza, de movimiento interno, de respiración que ha sido raptada por el fraseo musical. Es cierto que desmejora un poco cuando Gandolfo abusa de "las etapas" entre los personajes, pasajes que el autor nos ofrece como aspectos narrativos demasiado explicados para la carga afectiva y la importancia plástica que tienen en el texto. En todo caso, Gandolfo alcanza sus cumbres en la enigmática personalidad de la mujer, que es construida al unísono con mucha técnica e instinto, y nos da un aspecto de naturalidad, de enigma natural. Pasajes como los siguientes nos harán mejores lectores (y escritores):

Pero el viento inconfundible tenía una dosis de adrenalina euforizante, sin el peso deprimido del frío invernal, que golpeaba al que caminaba como un destino.
[...]
El olor fuerte, áspero, que traía el viento desde el agua agitada, el brusco silencio sobre los adoquines desparejos, las paredes gastadas, casi venerables, el detalle de un perro único y amarillo que salió de su inmovilidad y desinterés para contemplarlos, acentuaron en Berti la convicción de la soledad de la mujer.

Tanto el segundo como el tercer texto aspiran a la incógnita y el frenesí de los protagonistas, que casi siempre recurren a la huida como su tema central (también presente en el primer texto). El segundo texto merece alguna atención, aunque nos enteramos de que su metáfora es bastante trivial, y en cierto sentido resentimos esta intrascendencia. Y el tercer texto, lamentablemente, no funciona en absoluto. El recurso fantástico no parece arriesgarse más allá de una ocurrencia o locurita inventiva de Gandolfo, que apenas llega a bizarrada, y todo queda como recortado en un cartón. El volumen musical ha abandonado a Gandolfo y la potencia del texto no encuentra apoyo. El fraseo es soso, y uno está como esperando llegar al final del libro para pasar a otra cosa.

Curiosamente el libro -que es un recopilatorio- se titula "Mujeres" pero los narradores son hombres (en el tercer texto, un homosexual pobremente desheteronormatizado), observadores-objetivadores de las mujeres-fantasías. Toda la fantasmagoría, fantasía o recurso enigmático está corporizada en las mujeres o ellas son el vehículo hacia ello.

jueves, 3 de octubre de 2019

"Que las cosas fabriquen sus finales", de María Gravina

me encontré con su libro.
celebro su libro.

Que las cosas
Que las cosas fabriquen
Que las cosas fabriquen
                    sus finales

muchas gracias por sus poemas
(aunque no eran para mí)

los pienso como un balazo de vida.
muchas gracias.

(yo pienso hasta las balas)
(piense un momento: la bala no es un exabrupto
                       -la bala mortal-
la bala, como su poema "Plegaria",
ha sido una palabra escarolada
                        hasta volverse la guerra.
usted podría decirme: "La guerra sólo le ocurre a los pacíficos".
Yo encuentro su libro. Bebo su libro. Lo celebro. Muchas gracias)

muchas gracias

quizá iban al tiroides de alguien
                       o algo.
lamentablemente (tengo entendido)
todas las balas van al hígado.

muchas gracias, señora María Gravina.
yo soy un hígado. (amargo)
(amargo)
(amargo)

ahora sus poemas son míos.

"Pogo", de Daniel Mella

La escritura es pobre y plagada de name-dropping de la cultura, un prurito por otro lado bastante típico en los escritores jóvenes e inmaduros (hay que tener en cuenta que Mella publicó inicialmente este libro con 21 años, y luego lo republicó en su "forma definitiva" con 31 años). Visto desde el 2019, el discurso y el estilo del libro parecen ya haber nacido muertos, y su utilidad literaria creo que es únicamente historiográfica y como instrumento cultural.

Hacia el final el relato posee cierta fortaleza poética, aunque algunos movimientos musicales del fraseo de Mella son un poco forzados y pretenciosos. Curiosamente, comparto en plenitud algunos de los recursos estilísticos que Mella utiliza hacia el final, como el fraseo acelerado y las pausas musicales arbitrarias (o aparentemente arbitrarias para el lector). Creo que los pasajes alrededor de la muerte de la madre son los más potentes, y auguran una poética destacada.

El único personaje interesante, a mi entender, es la madre, que paradójicamente es el personaje con menor agencia en toda la historia. Su realce tan negativo, umbrío, casi neurovegetativo, nos la presenta como la hipotética llave, la raíz, de las experiencias del protagonista. Además es la receptora de los rasgos más violentos y perturbadores del protagonista, y Mella sutilmente la coloca más acá del escándalo y por fuera del sediento ojo juzgador del lector.

Quizá por las carencias descritas más arriba, el personaje más flojo es el protagonista. Su parloteo babea un poco en el snobismo del wannabe en la literatura, un poco en la pose pseudo-punkilla. Todos los otros personajes, con excepción de la madre, parecen extensiones versionadas de su trilladísimo vacío existencial, y en algunas de sus esquinas Mella apenas logra esbozar la sospecha de un cínico. Como siempre, y como básicamente todos los personajes miembros de esta reducidísima subtribu que se desea elevar como muestra ejemplar de la sensibilidad de clase media uruguaya, hay un veraneo en los balnearios atlánticos del Este uruguayo. No hablo de sus ideas ya expiradas, como la "violencia" del libro, o su "moral".

Compañeros, por lo general el abuso del name-dropping fosiliza los libros. Ya deberían saberlo.