martes, 20 de mayo de 2014

"Ramos Generales", de Mario Arregui

Leo con gusto la obra de Mario Arregui. Es uno de mis preferidos, entre los escritores uruguayos que he leído. Actualmente -no sé en realidad si alguna vez lo fue- no es muy popular en el vox populi literario montevideano, ése donde, ya se sabe, la gente está necesitada de otro ejemplo más sobre lo neurotizante y deformadora que es la experiencia de lo posmoderno sobre el ser humano. Frente a ese cuadro, Arregui ahora parece un tipo distante, casi incontrastable, un cincuentón o sesentón que escribía cuentos donde habitan los caballos.

Con excepción de una reedición de "Tres libros de cuentos" por parte de la editorial Irrupciones, y más allá de algún artículo esporádico en la prensa, creo que poco y nada de peso ha sucedido con Arregui, fallecido en 1985. Es posible que no esté enterado; no soy de los invitados a ninguna fiesta.

"Ramos Generales"

En segundo lugar, libro dispar, con voces y valles. Libro póstumo, en primer lugar, ah, sí. Ya es reconocido que, a menos que seas Kafka, si te morís tus libros son editados y atendidos con la benevolencia de que no lo terminaste porque te moriste. Hermano espejo, los verdugos con la muerte se ablandan.

El libro es una reunión de cuentos y textos varios; estos últimos amenazan ser ensayos o artículos, cuando en realidad son reflexiones en la calma sobre el oficio de la navegación literaria. Los textos de no-ficción, por decirlo de una manera, son en su mayoría sobrios, frugales, con ideas que aunque parezcan obvias conviene cada tanto repasarlas. Parece como si Arregui escribió esto a la vuelta, ya cuando las guanteletas del bien y el mal ya no podían alcanzarlo.

Los cuentos no son demasiado sobresalientes. O no si ya leíste El narrador, u otros de los libros de cuentos de Arregui. La muerte es el protagonista fundamental de estos cuentos; la suegra de la muerte, el suicidio, es su fuente de verdad. También está el tono machista, protagonizado por un discurso reificante por parte de la voz narradora hacia los personajes femeninos; en un jaque doble que no sé como calificarlo, Arregui incluso menciona este rasgo en un breve prólogo de dos páginas donde nos da la bienvenida; allí Arregui pasa a excusarse de la siguiente manera: "Cada uno nace en el año destinado y en el lugar que le toca en suerte, y no puede escapar de ellos; y nací en el Uruguay de 1917...".

Otros ya han hablado del rasgo "gauchesco" o "costumbrista" de Arregui; así como también ya otros han hablado de lo contrario: es simplemente literatura completamente universal, sólo que ambientada entre paisanos. Yo creo estar entre estos últimos: las estructuras mentales y las operaciones literarias de estos textos son completamente universales; si uno sustituye los actantes locales por actantes de otro origen, las operaciones literarias se sostienen, las estructuras mentales invertidas en el trabajo de estos textos funcionan a la perfección.

La obra de Arregui la continuaré releyendo durante mucho tiempo. Siempre que escarbo en las ratoneras libreras de Tristán Narvaja, estoy alerta a alguno de sus libros. Aparte de Ramos Generales, tengo Tres libros de cuentos -el viejo, el de Arca, que incluye al final un texto de Ángel Rama- y El narrador. He hurgado en la Biblioteca Nacional y he podido leer parte del resto.

Respeto la obra de Mario Arregui como respeto la obra de los autores que releo. Es un autor inteligente. E "inteligente" aquí quiere decir lo siguiente: que, más allá de los recursos narratológicos y más allá de la sed contenidista y tópica que uno pueda tener, es posible encontrar en su obra estructuras mentales del discurso difíciles de conseguir. No sé si me explico: no son metáforas "buenas" o giros semánticos "nuevos" o "efectivos", ni inesperados mucho menos, ni siquiera meras "ocurrencias exitosas" lo que me llama la atención; es el hecho de que es un autor inteligente. No sé explicarlo mejor que con este frugal balbuceo.

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